
31 Ago Miedo y asco en la ría de Arousa
Qué bonita es Galicia y qué bueno está el camarero que ha venido a servirnos; una montaña de navajas para mí y una langosta terrorífica para Bobah, todo regado con abundante Ribeiro, pues nuestro pulso al servir las copas deja bastante que desear. Desde la terraza de aquel chiringuito tan encantador, el mundo era lo más parecido que podía haber a un paraíso. La brisa marina, las gaviotas, los cantos de los percebeiros. ¡Too much, baby! Aunque todo el mundo nos estuviera mirando como si fuéramos dos marcianas recién salidas de un platillo volante. Algo que no me sorprendía, puesto que Bobah no acababa de entender el top de leopardo se pegaba de hostias con el collar de perlas y los pendientes de sevillana que llevaba, por no hablar del bigote de guardia civil pringado de pintalabios rojo. Ahora está absorta mirando la langosta que le han plantado delante. Sé de una que debería dejarse los tripis del desayuno.
—Te juro que se ha movido —dijo Bobah.
Disculpen, no me he presentado. Mi nombre
es Star, Sondra Star, y ésta es mi compañera, Bobah Licona. Somos las primeras espías transexuales del estado español, agentes secretas al servicio de su majestad el rey Don Juan Carlos I, con licencia para matar, gracias a la ley de igualdad de género de Zapatero. Estábamos en aquella terracita esperando a un contacto que tenía que informarnos de nuestra próxima misión. Para no levantar sospechas nos habían hecho venir por el camino de Santiago, disfrazadas de peregrinas. Eso no había tenido ni puta gracia. Estaba desriñoná, con los pies destrozaos, hasta el coño de tanta naturaleza y tanto alojamiento rústico. Aunque anoche nos fuimos de fiesta y le peté el culo a un opusino. Todos sabemos que la única diferencia entre un gay y un hetero son cinco cubatas… pues siete botellas de sidra asturiana tienen el mismo efecto. Pero el resacón no te lo quita nadie. ¿Dónde coño se había metido nuestro contacto? ¿Y qué pinta tendría? A ver si era el camarero gaitero, que por cierto ahora se dirigía a nuestra mesa, aunque creo que venía porque Bobah Licona se había subido a la silla y estaba berreando como un mandril.
—¡¡SOCORROOOO!! ¡SACADME DE AQUÍÍÍÍ! ¡LA LANGOSTA ME ATACAAAA! ¡¡UAAAAAAAAHHHH!!
El fornido gaitero agarró a Bobah por el cuello y empezó a zarandearla en el aire mientras le decía:
—¡¡Rianxeira non me fodas carallo! ¡¡Miña casa nunca máis, albariño botafumeiro!!
Mi gallego no es muy allá, pero creo que le estaba diciendo algo así como: «¡Como no dejes de hacer el payaso ahora
mismo, te meto un par de galletas que te dejo la cara hecha chapapote!».
Habría ido a socorrerla pero la verdad es que tanta violencia me estaba poniendo cachonda. Al final reaccioné y le cambié a Bobah la langosta por mi plato de navajas. Bobah se bajó de la silla y conseguimos que el camarero accediera a no echarnos a patadas.
—¡Estoy hasta los cojones de tus brotes psicóticos! —le dije a Bobah.
Pero mientras lo decía vi que no era mentira, ¡la langosta se movía de verdad! ¡Qué espanto, dios mío! Agarré la cuchara y empecé a darle en la cabeza con todas mis fuerzas mientras decía:
«¡Puta! ¡Puta! ¡Muere, puta!» Pero la puta seguía moviéndose atrozmente, cerrando las pinzas en el aire una y otra vez. De repente, los ojos se le iluminaron de rojo y el bicho empezó a hablar:
—Hola —dijo la langosta, que tenía la voz de Constatino Romero—, me llamo Sebastián y el gobierno español me ha enviado para que os informe de vuestra misión.
—¡Oh! —exclamamos, estupefactas.
—Escuchadme atentamente, porque sólo lo diré una vez. Contamos con información privilegiada sobre el paradero de Osama Bin Laden. No se encuentra escondido en las montañas de Afganistán, sino en las Rías Baixas de Pontevedra. Vuestra misión es la siguiente. En la carretera os espera una furgoneta con todo el material que necesitáis para infiltraros en la organización: kalashnikovs, abundante munición, dos burkas y una cinta de
cassette con versos del Corán.
—El burka se lo va a poner tu puta madre —le dije.
—Te jodes, Sondra Star. Para evitar un inminente atentado, debes seducir a Bin Laden. Bobah deberá documentar el
encuentro fotográficamente.
—¿Pero esto es una misión secreta o un reportaje para la Interview?
—Fin del mensaje. Esta langosta se autodestruirá en 10 segundos. 9… 8… 7… 6…
—¡Hostias! —gritamos y nos escondimos bajo la mesa.
—5… 4… 3… 2… 1… 0.
Nada.
Bobah y yo nos asomamos cautelosamente y nos quedamos mirando la langosta humeante.
—¿Está muerta? —preguntó Bobah.
—Creo que sí.
—Pues pásame una pinza, que tengo hambre.
<i>Continuará.</i>
*Ilustración del genial Nazario Luque, una de las principales fuentes de inspiración de esta rayada. Su página web es fantástica y podéis visitarla aquí: https://nazarioluque.com/
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